27 sept 2017

Vacaguaré


LA LEYENDA DE TANAUSÚ:

"Tanausú, mencey de Aceró, y Mayantigo, mencey de Aridane, luchan por el amor de la más hermosa doncella de La Palma, Acerina. La bella joven de ojos negros detiene el duelo y ante el Idafe, el roque sagrado para los aborígenes palmeros, en el interior de la Caldera de Taburiente, lugar de ofrendas y sacrificios, les hace jurar que acatarán su decisión. Y ella juró que entregaba su amor a Tanausú.

Aceró era el único reino aún no tomado por los castellanos. En este lugar, Tanausú lideraba la resistencia a la ocupación peninsular siendo el último caudillo de La Palma en someterse a las tropas castellanas dirigidas por Alonso Fernández de Lugo. Los castellanos habían fallado dos veces en sus intentos de penetrar en la región de la Caldera.

El mismo día que se celebraba la unión entre Tanausú y Acerina, el conquistador Fernández de Lugo propuso una tregua con el mencey, a través de un mensaje enviado con Juan de Palma, un isleño que servía a los conquistadores y hacía de intérprete y espía. Tanausú accedió a hablar con Fernández de Lugo, en contra del consejo de los miembros de su tribu. La trampa tuvo el resultado esperado; a una señal del conquistador las tropas castellanas, escondidas en el barranco, atacaron a los aborígenes y masacraron a los guerreros que acompañaban al mencey y convirtieron en prisionero a Tanausú.

Cuando se sintió sometido el mencey caído gritó ¡Vacaguaré!, mientras lo conducían a bordo del navío que lo llevaría a Castilla como esclavo. Durante la larga travesía se negó a probar alimento y no dijo jamás nada más que aquella terrible palabra: Vacaguaré. Se negó a servir como esclavo y prefirió luchar, ya herido se tiró por la borda. El mar fue su tumba.

Al conocer el trágico final del mencey, Acerina quiso compartir el destino de su amado y pidió a Mayantigo que la encerrara en una de las múltiples cuevas que los aborígenes guanches utilizaban como tumbas. Allí, arropada con pieles de cabra, leche y miel terminó su vida, pero no la leyenda. Se dice que Mayantigo esperó a que la princesa muriera para encerrarse él también en aquella cueva y cumplir los augurios de los adivinos que predecían que Mayantigo y Acerina compartirían un hogar.

Y murió Tanausú,
murió Acerina
feneció la libertad en esos días
pero aquel “Vacaguaré”
-¡quiero morir!- , la muerte digna,
impregnó el alma toda
de la isla…"

Desde entonces, la última isla antes de navegar por el Atlántico abierto, repliega sus alas y descansa al abrigo del gran volcán, da siempre su ultimo grito de dignidad y libertad, antes de probar suerte en el mar, llegando al gran continente del otro lado del océano.

2 comentarios :

  1. Los castellanos siguen igual muchos siglos después...

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  2. "No puede morir jamás, quien de esclavo se libera, rompiendo para ser libre con su vida, las cadenas".

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