“Porque sueño, no lo estoy” Leolo.
LA VENTANA ABIERTA
Una olla olvidada en mitad de la cocina.
Está completamente vieja, desconchada. Quizá algún día fuera
rojo oscuro, casi negro.
Se oye una música. Billie aúlla con sentimiento, mientras
sus MyMan la miran con codicia, con sorna, tan solo es una negra pobre, canta
Billie, canta. Ellos ponen el sombrero mientras su voz de gorrión se desgasta.
Canta, canta Billie.
Está soleando. Cae a raudales, bañando de fuego donde pasa.
Dentelladas de sol mordisquean las carnes, como hormigas
encendidas si te cruzas con sus rayos. Es una fiesta solar.
Plicl. Plock. Plick. Plock. Un grifo gotea ahí abajo, como
gata lo vislumbro todo desde arriba.
Más calor, terminó el mediodía, empezó la
tarde.
Cierro el portón de la ventana. Todo es penumbra con un
reflejito de luz. Se oyen ventiladores de distintas frecuencias, parece una
partitura sorda. La gente duerme. Hace calor.
Billie ha dejado de maullar. Se terminó la cinta del
radiocassette. Un nostálgico.
En la olla se calentó agua con hierbas, algún potingue
gitano, quizá para aclararse el demasiado largo y negro pelo. La olla pesa
mucho, casi se cae, Lentamente echa un cazo de agua y se lo moja, escurriendo
al piso, como se hacía antes. Su piel es muy morena, verdeaceituna. Recuerdo
haber visto esa imagen antes, en algún lugar.
Me sitúo a unos centímetros de la ventana. La miro. Los
miro. Sus vecinos están demasiado cerca. Casi puede tocarlos. Olerlos. Son de
miradas viejas y aburridas. Caras de hogaza de pan blanco, inexpresivas. Huelen
a mediocridad y aburrimiento. Ella a soledad.
Lleva casi dos años por aquí, supongo que con su familia,
como carrozas gitanas pasean sus almas por alamedas de adoquines y telarañas.
Tic-toc
Tic toc
Tic
Toc
Cómo pasa el tiempo. Casi encerrada, no sale mucho. Los miro
largo tiempo, sin curiosidad. Solo miran sin ver la TV, y tienden la ropa. La
misma ropa. No sé para qué necesitan vestirse. Están desnudos de si mismos. Los
dos. Ella. Él, no se quieren, no se miran. No existen. No lo saben aún, pero
creo que están muertos, tampoco creo que les importe. Aún sigue ella con su
cacito, aclarándose el pelo despacio, como una vieja. Vestida de coraza de sal
y cáscara de manzanas.
Cierro el portón. Borro la imagen.
Me hago un té. Sigue la vida.