4 may 2020

Alas de Hierro 4



"La gran Taberna llamada "Gran Mesón" y la Liga de pescadores"

Al lado del tercer castillo viejo, el único que mantenía su fortaleza de cañones en pie, quedaba una mina milenaria, una letanía oxidada que traía recuerdos recientes de baños romanos en balnearios de pudientes, de comercios, casas construidas con piedras o maderas de viejas barcazas fenicias y Titánicos estucos  Mediterráneos arribadas tras las tormentas de la mar.
Donde la flor y nata de cada era, se escondía detrás de cada casa, de cada esquina en sombra de aquella regia escombrera.

Generaciones de monjes guerreros, oasis apartado de ojos púnicos, caladero de combatientes, brebaje en la "antigua Convalecencia" de convalecientes, bahía escondida de aguas profundas donde regalaban presencias discretas los Segundos de a bordo, ministros en barbecho y el intercambio de patentes de corso, ganadas o perdidas a las "naipes heridas", modo murciero dónde era fácil meter el dos de bastos par sacar el as de oros.

En este Gran Mesón u hornada, recalaba lo mejor de cada casa: huídos de palacio o paredón, a tal o cuál, al fin y al cabo lo mismo son.
Entre tantas idas y venidas de tantas gentes , la organización del sitio se permutaba entre los asistentes de los ausentes, ligas de marineros, mineros y vecinos que tomaban decisiones entre juntas de carros, Correos postales, mesoneros, ultramarinos y asistentes.

Los horarios eran regulados por la campana de la iglesia Santiago Apóstol, coronada por una esfera inmensa de hierro, cuyos tañidos de cobre regulaba la cronología de los vecinos.
Dónde las ovejas merinas pastaban a la vista de los comerciantes, vigilantes entre los pastos de monte y las rutas de las almadrabas.