Bailemos al fin
Compañero
Le apunto en mi muñequera?
Bailan los muertos
Bailan
B
A
I
L
A
N
Bailan
Sin pesar
Ligeros van
De huesos
Y de las vueltas que dan
Se levantan por el cielo
Blog sobre cosas que pasan en la vida cuando eres un gato. Soy la gata Flora que aflora y somos tantas en una sola, que ni lloran
Bailemos al fin
Compañero
Le apunto en mi muñequera?
Bailan los muertos
Bailan
B
A
I
L
A
N
Bailan
Sin pesar
Ligeros van
De huesos
Y de las vueltas que dan
Se levantan por el cielo
Mientras otros descalzos
Aprendimos a caminar
Desde niñas
Pies cortados, heridos
macerados como piñas
Almíbar y vinagre
sobre el filo de los naipes
Castillos de aire
Derrumbados, castigados, oreados
aparecemos ahora
Recreados, entrenados, hastiados
Entre la cuerda equilibrista
Y el alfiler de las uñas
Ya no valen las copias
Ni los primos de aquél
Ni los fantasmas villanos
Sino el águila de "a saber"
Se acabaron las pezuñas
Ahora nos nivelamos
Con el sagrado deber
De nuestras propias manos
Y a aquéllos pobres ingratos
otrora acomodados
Que no saben ni caminar
La falsa rutina los va a fusilar
Sin desfibrilar
Pies tiernos, mojados, combados
Por falta de vuelo, titanio y consuelo
Más cerca del suelo que del cielo
Que con tan pocas horas de uso
Ya no saben ni sabrán
Tan siquiera planear
Pájaros gordos
Jaulas de oro
Pies de plomo
Aros de miedo
Piel de becerro
Cilicios de hielo
Entre las pantorrillas
De las promesas
Las de las puras traviesas
Las de las mil maravillas
Salieron los perros
Sin recompensas
A comernos las costillas
Más os hubiera valido
Aprender a correr que a rezar
Pues al vicio de disparar
No hay diana ligera
Con ligero mecanismo
Ni lupanar previsto
A bordo de una ranchera
A quién juega con el pan
Sin plantar buena semilla
En nombre de algún Cristo
Pero sólo de boquilla
Pronto le han de pagar
Con la misma monedilla
Torpe manera aquélla
Construir un barco
de madera bella
Palmera decorativa
que no puede ni flotar
Se hunde en el mar invento
De vientos de sotavento
Y nada con qué tragar
Pues todos tienen pies y boca
Y no cambia de suerte
Quién muda de lugar
Y no de cabeza loca
Y los que no supieron
Construir nidos
Pájaro espino
Huesos, corazón y pluma
Deshaciendo se irán
Malos inquilinos
De aquél ingrato lugar
Pues las primeras lluvias
Antes o después
Sólo han de arrastrar
Lo que no enraizó el pino
Mensajería celestial
Previo porte
Pues la barca de Caronte
Cruel transporte
siempre llevará a algún otro lugar
Se deshicieron
Los dioses de arcilla
Alcanzando fama y fortuna
Pero estaban..
Estrelladas estrellas
Sol y luna
Sin hornear
Pobres necios y meretrices
Pues no tienen sin cartilla
Ni una triste comidilla
Sin tener que vomitar
De espinas y huesos
Está hecho el coraje
De los sabuesos
Sólo queda el olfato ciego
En el mar de la incertidumbre
Lumbre
Capitán de hierro
De los corazones de fuego
Cabalgando sobre el lomo gris
De una cafetera rodante
Ambulantes espacios de vida
Sobre mares de piedra
que borbotean humos
Salientes pares de forjas de hiedra
Chu chúu
Los Raíles
Paisajes de hombres
Cruzados por líneas
curvando cielos y agua
Tierras y montes
Ojos de vidrio
Serpiente metalizada
Los Horizontes
Paisajes de vidas
Tierras teñidas
Sostenidas por manos
De ferreteros cafeteros
Hierros, y luces y brisas
Chu chúuuu
Las Prisas
Y allí estaba
El pobre armero
Haciendo hacienda pausada
Entre el griterío
De la ciudad y la almadraba
Conquistador del todo y de la nada
Gerente del viento
Condimento de ferrallista
Bajo el olmo de hierro
El Maquinista
Y allí estaba ella flamante
Cabalgando sobre su pescado gris
Evitando encallar entre los penosos cuerpos de los peces abisales
Gritando fantasmales voces oriundas de otro lugar: ¡liberad al Kraken!
Esculpidos a la superficie como un mar de ondas de piedra, miraban con sus ojos cristales de néctar, soles ardientes
Piel azul que besa los pies orillas de sus playas, el mar, la mar, el mar, sólo la piel
Descabalga y se encara a la gruta que se entra por un saliente
Ni dócil, ni valiente, ni puta
Independiente grupa de pez volador, raya de sal, estatua de brea
Olmo, marfil y tea
En cualquier otro lugar
"¡Está bien!"
-- de Amado Nervo --
Porque contemplo aún albas radiosas y hay rosas, muchas rosas, muchas rosas en que tiembla el lucero de belén,
y hay rosas, muchas rosas, muchas rosas: gracias, ¡está bien!
Porque en las tardes, con sutil desmayo, piadosamente besa el sol mi sien, y aún la transfigura con su rayo: gracias, ¡está bien!
Porque en las noches una voz me nombra (¡voz de quien yo me sél), y hay un edén escondido en los pliegues de mi sombra: gracias, ¡está bien!
Porque hasta el mal en mí don es del cielo, pues que, al minarme va, con rudo celo, desmoronando mi prisión también; porque se acerca ya mi primer vuelo: gracias, ¡está bien!
La Historia empezó como todas las historias que no tienen mucho sentido, por casualidad.
Como un viaje de un Ulises retornado a un lugar del que no tiene casi conciencia de su existencia, de sus calles, de las caras olvidadas de sus piedras, de sus mares, montañas, de rostros ausentes, de cuentas pendientes.
Quizá tenía un año y medio cuando mi madre me llevó a ver el mar, una isla, como cualquier otra, que como toda isla sueña depositar raíces buscando tierra firme. Sólo sé que al irnos, la mamá y el bebé, 5 niñas se llamaban como yo, digamos que A.
Era cantante de ópera, la más joven del Coro Nacional, un talento virtuoso, el mirlo blanco, un improbable hecho realidad. MIsterios de la genética.
Su padre era mercante, Malagueño, héroe de guerra republicano, un hombre que escribía magníficamente con una preciosa letra inglesa, y escribía cartas de amor y comerciales en la puerta del mercado con su Underwood. LLegó a la isla de polizón, le metieron dos de los cuatro chavales nacionales a los que salvó la vida días antes por negarse a matar a unos críos, convenció a que los metieran con él poniéndose a la cola del convoy, simuló un pinchazo, avisando previamente a los muchachos tres curvas antes, que salieran por patas.
Al salir de Málaga rumbo a Valencia, fueron capturados, al estar condecorado el juicio de guerra fue rápido, le fusilarían al día siguiente a las 5 de la mañana, casualidad que dos de aquéllos otros hicieran guardia ésa noche en su celda, lo reconocieran y lo sacaran a escondidas al primer barco que salía, un platanero canario.
Al llegar a la isla dieron refugio, y allí se encontró con la pequeña de doce hermanos, una belleza tan testaruda como claras tenía las ideas. Tenía un sinfín de pretendientes, sorprendía la energía con la que sus delicadas manos lácteas fregaban el suelo de madera de su casa, mientras estaba de rodillas. Ella e dijo: "Vés esta puerta, éste suelo, ésos bancales? nunca serán míos, a mí no me llegará nada, yo quiero tierra, dónde plantar 4 estacas de una casa y montar una familia, hasta que no tengas una buena tierra donde echar raíces, no vengas", al revés que el resto, mi abuelo se quedó en la jamba de la puerta, admirado y pensativo, terminó de fumar su pipa, apuntó en un papel con el bolígrafo que sacó del bolsillo de su única e impecable camisa blanca, y antes de marcharse despacio, éste andaluz le dijo: "Éso me llevará un rato, te vendrá bien un jueves?".
Cuatro vueltas al mundo después, otra parte del planeta, una librería, una tienda de ropa, cinco hijos y 18 nietos, un verano pasé de visita por aquéllos lares, al ser la mayor de los nietos quería saber de mis primos, al pasar por el mercado, escuché un grito ahogado, y al girar encontré a un enorme señor desplomado de rodillas, llorando como un niño: "Eres tú?! eres Luisita Pascual, la hija mayor del Mercader?!".
Siguió llorando como una magdalena, tardé unos segundos en reaccionar, tenía 17 años, le dije que no, pero que era su hija mayor, así que me miró intensamente comprendiendo, me invitó a un refresco en una "caja de agua" o bar, dónde no se vendía alcohol, y me contó cómo llegaron allí de las guerras europeas , un italiano, un portugués, un vasco, un gallego y mi abuelo el malagueño, y cómo les salvó la vida en varias ocasiones gracias a su ingenio. Ahí estaba yo, 10 años después de su muerte, con un enorme vasco, contándome aventuras de mi abuelo, a mí, la nieta del Mercader.
Hace años de éso, así que hoy, después de que mi madre llegara con su primera bebé a la isla, ésa mujer que cantaba tras la ventana hipnotizando a quien tuviera orejas, que estuvo en el yate Cristina de los Onassis, que tenía un montón de pretendientes, de aquél año y medio que inspiré el nombre de 5 recién nacidas de la isla, el mismo día que aquél enorme vasco se desplomó arrodillado en el suelo cuando me reconoció 20 años después como la nieta de su mejor amigo, y también voy ahora, 5 días después de que mi abuela hubiera cumplido 96 años, me iré de allí un jueves, del lugar de aquellos hechos de la "bella Mela" de carácter fuerte, testarudo e independiente y del famoso "Antonio el Mercader" el ingenioso soñador aventurero.
Faltan tres días para que vuelva a pisar ése suelo de ésa isla, que tuvo aquélla casa desvencijada, encima de aquélla loma donde se veía el mar, se inaguró la historia de una promesa cumplida, la de aquella belleza a lo Ava Gardner y aquél caballero a lo Clark Gable un hombre increíble, que escribía como los dioses aún siendo tartamudo, que a su funeral fueron tantísimas personas, es la historia de A, la mí, la de las mujeres invisibles, motores anónimos de los anónimos, una historia cualquiera, como la de tantos todos aquéllos españoles anónimos exiliados, que hicieron grandes proezas que cambiaron las vidas de tantas personas y ahora no recuerda nadie.
Ahora ya no existe ninguno de ellos, ni mi madre tampoco, el pobre y maltratado mirlo blanco, cayó en la locura por el amor de un niñato consentido de una familia franquista, un supuesto idealista, hace tan sólo dos nocheviejas. Ella le esperó durante años pero éste nunca fue un caballero. La encerró en una jaula, jugando con ella, torturando su alma, hasta que murió olvidada, cantando en soledad, de pena.
Nunca la pude sacar de aquella jaula, los barrotes los metieron en sus almas, como tantas otras muñecas rotas, bellezas privadas, heroínas olvidadas, la envidia de su esplendor, las tenían encerradas, cantando olvidadas ante un público invisible.
Y aquí estoy yo, piel morena.
Por éso amo la libertad, habita en mí un sueño invencible, una gruta volcánica insondable, un fuego imparable corazón de roca que sale violenta del mar, hasta volver a respirar, por dónde siempre podré escapar. Por éso me temen los cobardes, muchas As habitan en mí, y lo saben, resuenan su eco en mis pasos, cada una grita su nombre, y yo las dejo, en mi refugio impasible, dejando que sus ojos se asomen al balcón de los míos, que circulen y se sienten o lean, coman o duerman, que entren o salgan, de mis balcones, que sangre en mi sangre sus sangres y sus erupciones , no es generosidad, es organismo natural.
Pues mis ojos son gracias a sus ojos, mi alma gracias a sus almas, y tantas refugiadas, saneadas y oreadas, habitan en mí, que vivo mi último día igual que el Primero, fluctuando entre las corrientes de la vida, viajando entre mi vida, otras vidas.
Alma eterna que sobrevivió encerrada esperando, ensayando sin prisa, a oscuras, interior de la tierra, esperando el momento de volver a volar. Escucho el aire, y cuanto tengo oportunidad, vuelo.
No viajo a sitios, vuelo a lugares, descubro almas, miradas, manos, miro a quiénes saben mirar, a quiénes ven, rodeados de fantasmas que ni saben respirar.
Aprender a ver, es universal.
Veo otros ojos que miran, extrañados de conocerme sin haberme visto nunca, rodeados muertos y desalmados, pero si cambias el filtro y pones SPAM, levitas sobre los gritos, los simples, las tripas, los pobres avariciosos de cosas que no guardarán en su otras vidas ni almas.
Éso también se hereda, la justicia universal, leer la mezquindad del miedo, lo vi en otros ojos, tienen miedo a las represalias de lo que ellos mismos son, tan fáciles de distinguir, reconocen en tu alma almas conocidas, sienten pudor, al ser descubiertos por quiénes son, aunque por fuera no lo parezcan a los simples, lo saben, lo notan, notan tu pacífico ser, los miras y los ves, escondidos tras su alma de titiriteros, magos de Oz cobardes, tristes, desnudos, gritando para disimular, distraer sus miedos con la que castigaron a otros inocentes, únicos testigos o éso creían de la culpabilidad de sus miserias.
Tic tac soy el tiempo
Parte de las últimas miradas con las que jugaron los cobardes, sabiéndose impunes, como niños que queman hormigas con una lupa, están dentro de mi, silenciosas, observando divertidas.
Veo al traidor que quiso juzgarlo, aún después de haber sido ayudado, porque la envidia es la admiración con caspa, estatuas de sal.
Pasa el tiempo tic tac
No saben cómo, pero estás ahí, aquéllos que habitan en ti, tu presencia se hace fuerte, silenciosa, omnipresente.
La ausencia de miedo te da paz, te hace fuerte.
No son los ojos, es la mirada, reconocen ésa frecuencia, ésa manera de ver, es universal, somos la suma de todos aquéllos que miraron antes. Y por cómo se comportan, ellos mismos desvelan lo que hicieron cuándo pensaban que no había testigos, tanto lo cruel como lo bello, es una capa invisible que se siente imperceptible.
Por éso cuando viajo, no soy extraña en ningún sitio. Me reconocen de alguna manera, aunque seamos de razas o edades distintas, porque miro como ellos, y mientras a algunos les doy alivio, a otros les doy miedo, les recuerdo a otros.
Soy A, como tantas otras, la viajera de almas, el pasajero del tiempo, la memoria y tras mi Mirada habrán otros ojos, donde habitaré, descansaré en sus ojos, depositada, retazo de la Suma de mis almas, se hallarán escondidas quizá, en otras perdidas, que una vez recordadas, reviven en mi, siempre, habitadas. Todas y cada una, de las energías concentradas.
Las huellas de mis pies me esperan, orillas del Atlántico, junto a la sombra de aquélla hermosa joven y dura, que desconfiada, oteaba disimuladamente desde la falda del volcán a que cumpliera su caballero. Él llegó un jueves tres años después con una blanca sonrisa como bandera y un pedazo de tierra firme.
Y aquí estoy, preparando la maleta a aquél destino un viaje que comienza dentro de tres días desde hoy, piel a sus orillas, con los brazos abiertos.