12 abr 2020

Alas de hierro 2


"El gran viaje"

Cómo todos los preparativos, especialmente cuándo se procedían en secreto, Beatriz tenía un problema importante cuya gestión estaba a punto de finalizar después de tres largos, a la par que escuetos años, triste ironía.
Necesitaba una nave.
Un barco si, parecería sencillo en su caso teniendo a su proceder algunos de los mejores capitanes en su familia de la Armada.

Y ahí radicaba el misterio, no debía ser de los suyos, un barco extranjero mercante o de paseo, lo suficientemente fuerte como para poder visitar alguna isla lejana.
Uno que no fuera de los suyos, un sin bandera, un adalid de turco. El secretamente suyo.

Una linda frontera que le sacara y en secreto de su mundo, con la excusa de un viaje balsámico medicinal.
Llevaba varios meses tomando vinagre para aumentar la palidez y ceniza mezclada con polvos de talco para las ojeras. Un viejo truco que de tan utilizado, debía ser sutil y certero. Pues las vigilancias entre las más jóvenes de las familias especialmente, solían ser lo habitual.

Solía suspirar en público y tener ausencias de sí en ligeros desmayos, para no levantar sospechas.
Su primo Felipe cómo buen avalista de la gran Armada, tenía una flota bien instaurada, en la que todos sabemos siempre salen un par de barcos a los que llaman "vinos cristianos" ésto es "aguados" por lo del truco mesonero de bautizarlos con agua, cuándo la soldadesca ya ebria, pierde el sabor pero no la textura, saliendo "deshonrosos" de las armaduras estructurales, pero más baratos.

Problemas que para otros pueden ser abisales o  de gran envergadura si no se  tienen los conocimientos y los contactos adecuados.
Cuándo la estructura ósea traza de maderas y Fierro, sólo un buen testaferro puede agrandar o reducir tamaña singladura.
Orestes el primo hermano, era experto en desenredar entuertos de apuestas, de mujeres, de pies rápidos, espadas cortas o tiros de ballestas.
Ni qué decir que la huida natural después de un historial de refriegas y maridos cabreados, era el mar, de armadas y singladuras puras, parte de su genética y también, por qué no, de una cultura excesa, valiente e intensa. 

Cómo buen organizador nato le conocían, de todo el mundo hasta el Tato: suburbios, puertas traseras de correncías, sainetes y corrientes varias.

Aunque nadie diera un maravedí por la inocencia de sus palabras, sin embargo era un tipo honesto.
De la antigua honorabilidad entre cómplices ladrones: si no te cuelo, no me cueles, si no me tocas, no te toco. ¡Ay! Pero no te agaches si te invoco, porque muera cuerdo y viva loco.
Experto en mares bravíos y afluentes, entre ricos, armadores, comandantes y corrientes, el primo era experto en navegar, por gusto, contra quién y a contra corriente.

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