
Resumen Capítulo I:
Aparece un cadáver con un tiro en la cabeza, es un hombre rico de la zona, vivía en una zona de una residencial inglesa en Murcia, lo encontró una rumana que vivía con él, llamó a la policía. Como los policías locales no están acostumbrados a las cosas raras, han llamado a un antiguo policía inglés jubilado vecino de la zona, que fue con una amiga española muy sagaz, para que la interroguen.
CAPÍTULO SEGUNDO
A pie de las grandes escaleras de mármol había una estancia amplia y confortable. Una biblioteca amplia de muebles modernos imitando estilos antiguos y escalerita móvil para acceder a las estanterías superiores.
Al fondo del salón una chimenea, con un gran cuadro abstracto encima, enfrente de ella un par de butacas anchas, un amplio sofá de tres cuerpos estilo otomano, y una mecedora antigua. El suelo es áspero de pizarra gris, sólo alfombrado en la zona de lectura, en medio de todos los sillones. Sin duda el antiguo dueño tenía un gusto ciertamente ecléctico, pero no dejaba de haber cierta armonía en su conjunto.
En aquella estancia se hallaban dos personas.
Una, muy cerca de la chimenea, con las manos extendidas hacia el fuego. Era mujer rubia, joven, delgada, con aspecto serio y circunspecto, facciones finas y duras, de unos 26 o 27 años.
La otra más retirada, sentada en la butaca, era de más edad, aspecto rudo, grande, de facciones redondas y nariz chata, hablaba con voz fuerte en el momento que entraron todos en la estancia.
- ... Vaya que si. No sabe usté el soponcio que ma dao.
Ende que te fuîte, no t'he vuerto a vê, hasta eta mañana que he venío, êlomá he salío, ehta noticias eh un sinvivî, me hierve la sangre soico pensá lo que li habrán hecho a ese zagá. Con lo güena persona que era y de güena familia que era su mare. Ay quin lo iba a dehîr. Paece que fué ayer cundo li ví vivico y coleando como los pollicos del corrá...
- ... Señores - respondió la muchacha levantándose enseguida y saludando levemente con la cabeza.
- Señorita Ileana Stoica, ¿cierto? – dijo Mr Fawkes adelantándose.
La chica asintió.
- Y Ud. Naturalmente debe ser la señora Fuensanta.
La señora asintió enérgicamente continuando la conversación anteriormente interrumpida:
- Santi mejó, todos me llaman asín. Pues como le iba diciendo a la Ileana, y pensá que esta mañana estaba yo enrevenía pensando en mi padre que está ingresao en la Arrixaca, que le metieron con una caló y una angustia asín en el pecho y resultó ser el colon, pero no el exploradó, eso del culo, ¿usté me entiende? y yo me pensé pues totá pá faltá por un día, pues tampoco se va a secá el arroyo, pus no tengo ná que hacé y pa como se presenta la mañana, pues vé si es menesté que me quede o si me puedo ir ya, que está el hombre solico y que mi madre está cá la huerta y tampoco sería güeno dejalos sólo mucho tiempo a los dó. Pues e quedao con ella esta tarde a las sái pá yudále a recoger la casa. La pobretica que tié los dedicos malos y…
-Desde luego comprendo, no se apure, ¿le importaría acompañar al señor Martínez a la cocina y contarle lo sucedido?.
Marcharon de la habitación, la señora hablando fuerte sin parar hasta que ya sólo se oyó un murmullo en la cocina.
- Buenos días, soy el señor Fawkes y estoy autorizado a hacerle una serie de preguntas para investigar lo ocurrido, espero que no le importe. Le agradecería me dijera todo lo que pudiera saber respecto a este desagradable asunto.
- No se preocupe, desde luego.
Su mirada serena, fría e inquisidora era desconcertante hasta para un tipo del norte como Richard, acostumbrado a caracteres más cerrados y huraños.
- Llegué esta mañana pasadas las diez y media, ésa vaca gorda y cotilla todavía no había llegado, tampoco es que me extrañara mucho, incumple su horario reiteradamente, aunque debía de haber empezado a las nueve, se habrá dado cuenta que la gente de aquí es ciertamente muy impuntual, aunque ésta concretamente se lleva la palma.
- ¿La tienen contratada desde hace mucho?.
- No más de un mes, pero ya sabe cómo es el servicio en las ciudades de provincias, no están acostumbradas al lujo, y en cuanto ven algo que les parece caro, se lo meten y listo, tienen los dedos muy sueltos, igual que la lengua. Ya hemos despedido a varias por ese motivo. Bajé del taxi y entré en casa, al ver que no había llegado esta señora que no me acuerdo ni como se llama, subí a mi habitación a deshacer la maleta.
No sabía si estaba Pepe Luis. Así que pasé a comprobarlo y me encontré con la puerta cerrada, llamé varias veces golpeando la puerta y llamándole, es raro, no suele encerrarse, es un hombre al que no le gustan las puertas cerradas, dice… decía que parecía que quisieran encerrar secretos.
Así que bajé a por el bolso, cogí el móvil y llamé a la policía.
- Discúlpeme si le hago una pregunta- irrumpió la señorita Villaluenga rápidamente - ¿no pensó que pasaba algo raro si normalmente no estaba cerrada? ¿Intentar abrirla con la ayuda del taxista o tirarla abajo con una silla, por ejemplo?
De repente reparó en ella, la miró de arriba abajo, midiéndose como hacen las personas que están acostumbradas a haber tenido encuentros difíciles y vidas nada regaladas, sus ojos grises verdosos se clavaron fríos como el témpano y reparó sin inmutarse:
- Consideré lo mas correcto hacer lo que hice, y por eso lo hice. Naturalmente no parecía ser una situación corriente.
-¿No hubiera sido posible que estuviera descansando profundamente? ¿O en la ducha?
- Le he dicho a su amigo, que jamás cerraba la puerta, por lo menos, no habitualmente.
Precisó de manera cortante.
- Es una puerta con llave, hoy en día no es habitual que las puertas contengan cerradura. ¿Se le ocurrió mirar por casualidad si podía ver algo?- añadió Richard.
- Pepe Luis era un hombre libre, le gustaba viajar por el mundo, coleccionar amantes, coches, curiosidades y objetos antiguos, quizá viera demasiadas películas de Indiana Jones, no lo sé. Pero no se me ocurrió asomarme por la cerradura porque se supone que si estaba cerrada es porque estaría la llave puesta.
Su mirada rubia y angelical sostuvo fríamente durante un breve y largo tiempo la mirada fija de Mr. Fawkes. Claire se sonrió.
- Me han dicho que es de procedencia rumana, ¿es cierto?¿ Sabía acaso que su amigo poseía una pistola automática?
- Si, no creo que sea importante el origen de mi nacimiento, y si, sabía que tenía al menos una pistola, una de las muchas excentricidades que compraría en alguna parte del mundo, quizá un recuerdo de alguno de sus viajes, la guardaba cerca de su cama creo recordar.
Hubo un largo silencio.
- ¿Notó en algún momento que su amigo pareciera preocupado, estuviera deprimido o enfadado por algún motivo? quizá tenía algún enemigo o enemistad particular ¿sabe si disponía de licencia de armas? ¿si padecía alguna enfermedad incurable o dolorosa?
- No, con respecto a la licencia, supongo que la tendría, no lo sé.
- Señorita Stoica, le agradecería que fuera más precisa, estamos intentando esclarecer las causas de la muerte de su amigo, ¿podría decirnos todo lo que sabe acreca de su amigo y su relación con él?- añadió levemente irritada Claire Villaluenga.
- Bien, conocí a Jose Luis Salcedo de los Ciervos y Andrade hará unos cinco años en una corrida de toros en homenaje y despedida a un torero muy conocido de aquí, nos presentó una amiga común. Entonces estaba recién enviudado de su última esposa. Acababa de llegar de uno de sus viajes, para poder tomarse un tiempo para reflexionar sobre su vida.
Acaba de llegar a la ciudad y vivía con ésta amiga, que próximamente se iba a casar, yo necesitaba un sitio para vivir y él, acostumbrado a vivir en pareja, no podía vivir solo. La ausencia de alguien en su casa le mataba. Pensamos que sería bueno para los dos y nos llevaríamos bien; siendo ambos tan independientes, cada uno tenía su círculo de amigos. Él era más abierto que yo, y por su posición pública en Murcia, estaba siempre rodeado de gente. Mis amigos son de otro estilo, más contemporáneos y artísticos. Probablemente es mejor así, tenemos mucho carácter y no es fácil compartir círculos con gente como nosotros, somos territoriales pero respetábamos nuestro espacio.
- ¿Sabía algo de su vida antes de conocerlo? – dijo Richard.
- No mucho, sé por nuestra amiga común que tuvo dos o tres esposas, que no tuvo hijos, o tuvo un aborto o algo así, no recuerdo muy bien, que su última mujer murió que tuvo muchas novias, y creo que se ha prometido de nuevo con alguna otra rica hacendada que conoció hace un año, le hablo de oídas porque tampoco estoy segura, ya le dije que no le gustaba vivir solo. Sé que su familia era un apellido importante por aquí. Pero él nunca me habló de su vida, y yo tampoco se lo pregunté.
- ¿Sabe cuánto tiempo llevaban prometidos? ¿Si tuvieran alguna pelea?
- Creo que oí hablar de ella oficialmente hace un par de meses o tres, no lo sé, era un hombre juerguista y muy promiscuo, pero no dado a enfadarse, si estuviera saliendo con alguna le aguantaría que le tiraran algo a la cabeza por celos con una sonrisa conciliadora. Él era así.
- ¿Cuándo fue la última vez que lo vio? – preguntó Claire.
- El viernes 10 de octubre, antes de que me fuera de puente por el día de la Hispanidad, creo quedaría con su novia, supongo.
- ¿Le importaría decirnos dónde estuvo, el nombre de sus acompañantes y lo que hizo, por favor? Perdóneme las molestias, pero comprenderá que necesitamos tener y comprobar la mayor información posible.
- Claro, no hay problema, no se preocupe.
Estuve en el Cabo de Gata, con Marieta y su marido Ricardo, luego si lo desea le doy sus teléfonos y apellidos completos.
- Entonces marchó de la casa de ellos esta mañana, debió de salir temprano ¿no es cierto?
- Si, Ricardo me acercó en coche hasta el autobús y después cogí un taxi, escogí el autobús porque tiene mayor amplitud horaria en esa zona, no pudo traerme porque tenían que trabajar muy temprano- sus respuestas eran rápidas, firmes y claras.
- Comprendo.
- Una pregunta más y espero no importunarle durante más tiempo- añadió apresuradamente Claire.
- ¿Conocía usted a la prometida de su amigo?, y si la llegó a conocer, ¿qué opinión tiene de ella?.
- ¿Importa? ¿Tengo que contestar a eso?
- Hombre, no tiene que hacerlo, es simple curiosidad, pero me gustaría conocer su opinión, si no le molesta, claro - la señorita Stoica reflexionó un momento.
- Bueno, en principio es la típica niña de papá que se hizo mayor y aún no se ha casado, de familia adinerada, ambicionará un matrimonio para abrirse camino entre las “mujeres de” como ella, la típica que va a montar a caballo después de dejar a sus hijos en el colegio de pago y tomarse un café e el club de tenis con las amigas. Una persona artificial y vulgar del montón de las ricas recauchutadas que abundan por aquí.
- Ésos son defectos graves- replicó asombrada y divertida Claire.
- ¿Usted cree? No por aquí, tal vez lo sean para ustedes. Pero Pepe Luis jamás los habría notado, eran su gente y se crió en ese mundo. Quizá era demasiado carismático para ellos, y ni siquiera creo que se diera cuenta de eso.
- ¿Quería usted a su amigo?
- Si. Él hizo sin conocerme de nada, lo que muchos amigos de toda la vida jamás hicieron: confiar en mí. Me alegré que fuera feliz, siempre lo es. Se rodeada de gente de todo tipo, no sólo como él, por lo que tenía gente que le quería por todas partes y ayudaba a los que podía sin que se enterara nadie.
- ¿Sabe quien heredará su patrimonio?
- No lo sé. Ni siquiera si hizo testamento, podría ser cualquiera, era imprevisible y tenía una naturaleza sencilla y adorable - por primera vez, su dura voz se quebró ligeramente.
- Resumiendo: su amigo era un hombre joven de buena familia, rico, viajero, superó una muerte cercana pero ahora está prometido, con un noviazgo feliz y sin aparentes motivos para suicidarse y quitarse la vida. ¿Es así?
- Sí.
En ese momento, salieron los dos de la estancia, dejando a Iliana sumida en sus pensamientos con las manos adelantadas de nuevo hacia a chimenea.
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