Llega mi amita de tocar su musiquita.
Estamos aquí sentadas. Apalancadas.
Hace calor. Septiembre. Nos llega la corriente del aire batiente. Sonriente me quedo.
Mientras, iba pintando. Con mi cola.Tinta roja, azul y negra entonando cada color, canturreando estamos las dos solas como dos figuras de escayola.
-"Vas progresando"-me dice mientras se está peinando.
Su largo negro hasta el suelo va alcanzando, me extraña, que no se lo esté pisando.
Fino, liso y negro, con el brillo añejo del espejo.
Y en él vemos reflejado en el papel de cebolla, la sombra, la figura y la estampa de aquello, tan bello, el lado oscuro del plebeyo que abre
swisssssssssss
la puerta y el sello.
Nuestro corazón dá un brinco.
Desaparece como un destello. Que bello. Me morí del gusto entre tanto susto. Y gasté 2 vidas de las siete, la de antes, la de aquél momento y os contaré que aconteció en el resto de las cinco, que otro día os cuento.
Me iré de Japón con una obsesión.
Conseguir reconocer la penumbra de aquél que me dió el brinco, que me alumbra el pensamiento, y quitó la segunda vida de las cinco.
Soy la gata Flora y tantas cosas ví, que afloran.
Y somos tantas gatas en una sola,
que ni gritan si se la meten,
ni si se la sacan lloran.
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