31 jul 2012

UN TÉ PARA MR. PEABODY


Mientras la señora Peabody miccionaba con cuidado en su tacita de té, al otro lado de la puerta del perfecto aseo inglés, cuyo color oliváceo y blanco destacaba su sonrosado y pálida tez, Mr. Peabody, preguntaba preocupado:
- ¿Y bien, querida?.
-Ciertamente es correcta mi suposición, no huele a Earl Grey, no sabe como el Earle Grey, definitivamente querido, ES Early Grey, el mejor de ésas características que podríamos haber probado de todos los condados cercanos.
-Podrías ciertamente, confimar esa suposición? my dear?mira que en caso contrario, envenenaríamos a una generación entera de catadores de té. Solo un sorbito de aprobación.  Traigo dos terrones?"
-Oh, querido, es una ordinariez! con uno tienes bastante.
Y ciertamente el señor Peabody descubrió por fín, que veintitrés años de matrimonio, no habían sido en balde.

Un par de semanas antes, en la consulta, coincidió con la señorita Humptington, correcta y delicada muy de su agrado, había pensado en presentarla convenientemente a su delicado hijo el año anterior en algun picnic familiar, pero no le pareció correcto un eveto tan informal, prefirió presentarlos  antes de las carreras organizadas para este año, algo muhco mas adecuado, evento local por excelencia.
-Señora Peabody, huele deliciosamente en este lugar.
- Oh! Querida Alice, me extraña, son los aseos, querida.
- Igual opino que algo delicioso debe esconderse en alguna de estas esquinas. Me dejaría comprobarlo?
- Claro, querida.
Ése comentario atrevido, le hizo pensar.

Como de todos es sabido, la señorita Alice Humpptington, provenía de la familia Humpptington, de los de toda la vida, catadores de té desde hacía siglos, que aprovisionaron al pueblo en la ya célebre batalla guerra del té, y que durante generaciones ha sabido seleccionar las mejores cosechas, para que en el pueblo, nunca faltara el mejor té de toda Inglaterra. Y de los que los Peabody eran uno de los clientes mas antiguos. Sus sonrosadas aletas nasales eran espejitos vaporosos donde quedaban enredados los mas sutiles destellos de olor.

-Querida, me parece curioso lo que me dice, ésta es mi consulta, soy la única que utiliza éste tocador.
-Bueno, pues debo decirle que desprende un perfume, debo de localizar la receta.
-En esa caso me será imposible. Nunca uso perfume
- Es raro yo diría que acabo de oler a la mezcla de Earl Grey mas refinada que mis aletas olfativas hayan olido jamás.
- Ojojo, querida, tomo té todo el día, quizá sea eso.
- Ahora mismo?
- No desde esta mañana, desde luego, he tenido muchos pacientes.
- Con todas mis disculpas, señora Peabody, este olor esta recién hecho.
- Acabo de miccionar con celeridad.
- ¿Puedo probarlo, si no es indiscreción?
- Probarlo dice?, me parece una extrañeza en estas circunstancias, ¿porqué me lo pregunta?
- Querida miss Peabody, no dañaría nuestra amistad y la de nuestras familias, sino tuviera la certeza  de lo que le estoy diciendo. El doctor de mi prima Ashley, podía notar el grado de azúcar en la sangre con solo oler un vaso recién depositado. En estos meses, hemos notado que algunos ciudadanos locales, de este pueblo con mayor tradición tetera del Reino Unido, Diós salve a la reina y a su gloria, tienen un olor y hasta un sabor peculiar, generaciones enteras bebiendo este placentero líquido caliente, han constituido una oxidación personal tal, que algunos de nuestros habitantes muy convenientemente, han empezando a destilar té ellos mismos, siempre hemos sido un pueblo muy práctico.

- Oh, querida! Me sorprende. Quizá un día de éstos me anime, y haga el uso de probar, quién sabe donde podemos encontrar exóticos caminos a las rutas del té.
- Si no le importa, debo irme, mi madre me espera en la salita.
- Oh, desde luego, querida, salude a su madre, su pudding estaba delicioso.

Efectivamente, Mis Peabody abrió su primer salón  de té y años después a su muerte, algunos ciudadanos siempre recordarían a la señora Peabody, como la mejor destilería natural de té del condado de Kensington.


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